14 septiembre 2013

Filosofía Ricotera. Tics de la Revolución.

“Vemos el vinagre que brota del culo y se deposita en una servilleta pringosa. Miserias a que nos tienen acostumbrados los ojos. Y un abanico desconsolado de clientes sosteniendo modernos globos de feria. Pesados, con el triperío lleno. Y chicos contentos de que les cuelgue y zigzaguee. ¡Qué lujo! Puliéndose la "jeringa" con dos dedos. Temerosos de la cremallera del pantalón leopardo. Lavándose el cuerito. Quitándose el olor rancio que dejó la cloaca del camarero. El del culito de neón encendido, subrayado con una anchoa. El colega inoxidable que propone caminar pesado. El de los porros y la pistola de cocaína para romper todo. El que lía el chocolate sonámbulo y golpea al camarero de estúpida risa de conejo. Ninfas que esnifan con la barriga inflada como un calamar”.


El texto al que pertenecen estas líneas, titulado El delito americano, forma parte de una serie de relatos que Carlos “el Indio” Solari publicó a lo largo de la década de los 80’ en la revista Cerdos y Peces, de su (entonces) amigo Enrique Symms.

No todos los fans de Los Redondos se han detenido a leerlos, y el ejercicio resulta interesante, ya que, aunque en apariencia rebuscados, nos revelan algunos detalles que “el Indio” suele esconder en sus canciones, como por ejemplo sus influencias literarias. Aquí me animo a decir (porque Solari, que yo sepa, nunca dijo nada al respecto) que en la poesía de “el Indio” hay marcas de las obsesiones de los beats (Burroughs, Kerouac, Bukowski), tanto en relación a los temas que trata (marginalidad, droga, exclusión, ausencia de futuro) como al estilo o la manera particular en la que Solari se refiere a esos temas. Porque en Los Redondos, la mueca de terror del pasado reciente de nuestro país y su continuidad en una democracia endeble, erguida sobre la pesada herencia de la muerte y la marginalidad estructural, impiden toda referencia “directa” a los hechos. Repentinamente el lenguaje se ha quedado sin recursos para trasmitir con fidelidad aquello que parecía inefable: ese futuro que ya llegó, y que se ha vuelto carne entre nosotros bajo la forma de indigentes, putas, dealers, yonquis, desocupados crónicos, laburantes desclasados, delincuentes de cotillón en ascenso y otros tantos especímenes de una horda lumpen que reeditaba en la Argentina un pasado que el Estado Benefactor y la movilización popular parecían haber sepultado en el olvido más profundo.

Esa insuficiencia de las palabras, constante en la poesía ricotera y todavía más evidente en los textos que Solari publicó en Cerdos y Peces, revierte la polaridad del paradigma de la canción de protesta o comprometida o de denuncia, tan caro a cierto estereotipo de rock argento. En tal sentido, si El Almuerzo Desnudo (Burroughs: 1959) funcionaba a la manera de un “Manual de Bricolage”, posible de ser abordado en “cualquier punto de intersección”, del mismo modo, las letras de Solari no estás elaboradas para ser “entendidas”. Hay que dejarse arrastrar hacia su atmósfera densa. Invitan a percibir como paso previo a una comprensión que no deja de ser abstracta.

Se trata de un terreno todavía por explorar: en Solari parecen confluir Burroughs, Kerouac y Bukowski  con Arlt y Walsh, la literatura beat con los escritores sociales argentinos.

Si Los Redondos fueron la banda que mejor retrató la transición a la democracia, parte de ese logro radica en la originalidad de esas rupturas y en la potencia de los ambientes o atmósferas que “el Indio” recrea en sus canciones. Pero parte, no todo. Ya que la respuesta a porqué su banda fue tan popular probablemente haya que buscarla menos en la construcción y más en el fondo de la poesía ricotera. En una concepción filosófica y un mensaje que abre la puerta a la posibilidad de reinventar o reconstruir el presente pese a la magnitud de la derrota.

En dicho trasfondo se sumerge Pablo Cillo en Filosofía Ricotera. Tics de la Revolción (Del Nuevo extremo: 2013). No se trata de un libro más, sino de un ensayo cuyo rigor académico lo aparta del enjambre de textos que han intentado desentrañar el sentido de las letras de Los Redondos y su impacto popular sin exceder el registro biográfico o periodístico. A diferencia de esos trabajos, Cillo, que además es licenciado en filosofía, intenta demostrar que en el discurso poético del grupo hay una visión del mundo que mantiene su coherencia en cada disco,  una Filosofía “organizada en torno a los problemas [...] que nuestra tradición cultural generalmente asigna a dicho campo epistemológico". No se trata de elecciones al boleo, todo lo contrario. Para el autor, las letras de Los Redondos reflejan una postura autoconsciente sobre aquello que narran. Y respalda sus argumentos en el desarrollo de conceptos, como “discurso monista” o “nihilismo creativo”, que invitan realizar nuevas lecturas sobre el fenómeno ricotero. 

A continuación pueden escuchar la entrevista que le hicimos a Pablo Cillo en Adiós Mundo Cruel, programa de radio que se emite todos los domingos, de 21 a 23, por Radio NacionalCórdoba, en el cual participo tratando temas relacionados a la literatura y la cultura general. 

09 septiembre 2013

To hajiilee - Breaking Bad

¿Qué decir del nuevo episodio de Breaking Bad? Los últimos capítulos de la serie comenzaron adelantando los acontecimientos finales: Walter no puede desprenderse de Heisenberg, aunque por momentos lo intenta. Walter ya no está dispuesto a todo, ahora definitivamente son los hechos los que lo arrastran, siendo que hasta aquí había sucedido lo contrario. Lo particular es que todos los protagonistas han acabado por representar extremos que, en el fondo, se parecen. Claro que con matices, porque las ambiciones de Marie y Skyler son distintas a las de Hank, Jesee y Walter. ¿Hank superó a Walter en ese plano? Parece ser el único que todavía no comprende la historia. Como sea, Hank y Walter, frente a frente y en polos opuestos, completan una figura que conecta a Breaking Bad con los trasfondos de otras megaseries como Lost, Mad Men, The Wire y Los Soprano, a saber: el Bien y el Mal no existen como entidades antinómicas, las cosas no funcionan de esa manera en un mundo que hace tiempo no puede ser narrado o retratado de manera lineal, un mundo que a cada paso se impone con toda su carga de controversias, dudas e inseguridades (en The Wire, por ejemplo, la policía triunfa, pero rompiendo todas las normas que, supuestamente, separan a “la ley” de aquello o aquellos que son ajenos a su dominio. Y más, se trata de un triunfo estéril por otra razón: algunos criminales logran escapar, por lo que la victoria policial no es una victoria completa, sino momentánea). Cómo no entrever en los personajes más interesantes de la ficción televisiva actual a los borgeanos Juan Dahlmann y Erik Lönnrot. A este último de una manera muy especial, pues descubre (trágicamente) que el destino escapa a todo razonamiento, porque un pensamiento bien puede coincidir con el destino, pero no puede forzarlo: la incertidumbre es, al fin y al cabo, lo que se impone sobre los hombres, reales e imaginarios. En tal sentido, en los flashbacks que dieron inicio a esta última temporada, ¿estará Walter White escapando de Hank y/o Jesee, o de quienes escapa es de los nuevos capomafias del narcotráfico? ¿Logrará o no redimirse? ¿Volverá Heisemberg (si es que alguna vez se fue) como resultado de la voluntad de Walter o será el azar quien gane la partida? A esta altura ya sabemos que en el apellido “White” (blanco/puro), hay un juego irónico con un adjetivo que contiene mucho más de lo que muestra, igual a lo que ocurre con la casa de Triste-le-Roy donde concluyen la vida de Lönnrot y el cuento de Borges “La muerte y la Brújula”, deformada por "la penumbra, la simetría, los espejos, los muchos años, la soledad".

Si se trata de Breaking Bad, únicamente podemos estar seguros de una sola cosa: la maestría de los guionistas para dar vuelta completamente la trama en el momento menos esperado, a un nivel que, creo, es más intenso y arriesgado que el de las otras series mencionadas. Todo puede pasar en Breaking Bad. Para lo que queda resta esperar cualquier cosa.