“Vemos el vinagre que
brota del culo y se deposita en una servilleta pringosa. Miserias a que nos
tienen acostumbrados los ojos. Y un abanico desconsolado de clientes
sosteniendo modernos globos de feria. Pesados, con el triperío lleno. Y chicos
contentos de que les cuelgue y zigzaguee. ¡Qué lujo! Puliéndose la
"jeringa" con dos dedos. Temerosos de la cremallera del pantalón
leopardo. Lavándose el cuerito. Quitándose el olor rancio que dejó la cloaca
del camarero. El del culito de neón encendido, subrayado con una anchoa. El
colega inoxidable que propone caminar pesado. El de los porros y la pistola de
cocaína para romper todo. El que lía el chocolate sonámbulo y golpea al
camarero de estúpida risa de conejo. Ninfas que esnifan con la barriga inflada
como un calamar”.
El texto al que pertenecen estas líneas, titulado El delito americano, forma parte de una serie de relatos que Carlos “el Indio” Solari publicó a lo largo de la década de los 80’ en la revista Cerdos y Peces, de su (entonces) amigo
Enrique Symms.
No todos los fans
de Los Redondos se han detenido a leerlos, y el ejercicio resulta interesante, ya que, aunque en apariencia
rebuscados, nos revelan algunos detalles que “el Indio” suele esconder en sus
canciones, como por ejemplo sus influencias literarias. Aquí me animo a decir
(porque Solari, que yo sepa, nunca dijo nada al respecto) que en la poesía de
“el Indio” hay marcas de las obsesiones de los beats (Burroughs, Kerouac, Bukowski), tanto en relación a los temas
que trata (marginalidad, droga, exclusión, ausencia de futuro) como al estilo o
la manera particular en la que Solari se refiere a esos temas. Porque en Los
Redondos, la mueca de terror del pasado reciente de nuestro país y su
continuidad en una democracia endeble, erguida sobre la pesada herencia de la
muerte y la marginalidad estructural, impiden toda referencia “directa” a los
hechos. Repentinamente el lenguaje se ha quedado sin recursos para trasmitir
con fidelidad aquello que parecía inefable: ese futuro que ya llegó, y
que se ha vuelto carne entre nosotros bajo la forma de indigentes, putas, dealers, yonquis, desocupados crónicos, laburantes desclasados, delincuentes
de cotillón en ascenso y otros tantos especímenes de una horda lumpen que
reeditaba en la Argentina un pasado que el Estado Benefactor y la movilización
popular parecían haber sepultado en el olvido más profundo.
Esa insuficiencia
de las palabras, constante en la poesía ricotera y todavía más evidente en los
textos que Solari publicó en Cerdos y
Peces, revierte la polaridad del paradigma de la canción de protesta o comprometida o de denuncia, tan caro a cierto
estereotipo de rock argento. En tal sentido, si El Almuerzo Desnudo (Burroughs: 1959) funcionaba a la manera de un
“Manual de Bricolage”, posible de ser abordado en “cualquier punto de
intersección”, del mismo modo, las letras de Solari no estás elaboradas para
ser “entendidas”. Hay que dejarse arrastrar hacia su atmósfera densa. Invitan a
percibir como paso previo a una
comprensión que no deja de ser abstracta.
Se trata de un terreno todavía por explorar: en Solari
parecen confluir Burroughs, Kerouac y Bukowski con Arlt y Walsh, la literatura beat
con los escritores sociales argentinos.
Si Los Redondos fueron la banda que mejor retrató la
transición a la democracia, parte de ese logro radica en la originalidad de
esas rupturas y en la potencia de los ambientes o atmósferas que “el Indio”
recrea en sus canciones. Pero parte, no todo. Ya que la respuesta a porqué su
banda fue tan popular probablemente haya que buscarla menos en la construcción
y más en el fondo de la poesía
ricotera. En una concepción filosófica y un mensaje que abre la puerta a la
posibilidad de reinventar o reconstruir el presente pese a la magnitud de la
derrota.
En dicho trasfondo se sumerge Pablo Cillo en Filosofía Ricotera. Tics de la Revolción
(Del Nuevo extremo: 2013). No se trata de un libro más, sino de un ensayo cuyo
rigor académico lo aparta del enjambre de textos que han intentado desentrañar
el sentido de las letras de Los Redondos y su impacto popular sin exceder el
registro biográfico o periodístico. A diferencia de esos trabajos, Cillo, que
además es licenciado en filosofía, intenta demostrar que en el discurso poético del grupo hay una visión del mundo que mantiene su coherencia en cada disco, una Filosofía “organizada en torno a los problemas [...] que nuestra tradición cultural generalmente asigna a dicho campo epistemológico". No se trata de elecciones al boleo, todo lo contrario. Para el autor, las letras de Los Redondos reflejan una postura autoconsciente sobre aquello que narran.
Y respalda sus argumentos en el desarrollo de conceptos, como “discurso monista”
o “nihilismo creativo”, que invitan realizar nuevas lecturas sobre el fenómeno
ricotero.
A continuación pueden escuchar la entrevista que le hicimos a Pablo Cillo en Adiós Mundo Cruel, programa de radio que se emite todos los domingos, de 21 a 23, por Radio NacionalCórdoba, en el cual participo tratando temas relacionados a la literatura y la cultura general.
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